Parece que la ceguera que aparece cuando miramos
alrededor es importante, pero más que importante… preocupante.
Me hace “gracia”,
por decirlo de manera suave por supuesto, cómo todo el mundo se tapa los ojos ante
lo que no interesa (no hay más ciego que el que no quiere ver) o ante injusticias
que se podrían evitar. Y no me refiero a injusticias a gran nivel como la corrupción
que hay en el gobierno, que también, sino de pequeñas cosas que nos harían
crecer como persona, pero que en muchas ocasiones brillan por su ausencia. En la
mayoría de ocasiones, diría.
Si nos ayudásemos un poquito más mutuamente, si
existiese más humanidad, quizá no tendríamos que estar hablando de crisis
social, y quizá tampoco de crisis económica. Las personas somos la causa
directa de todo lo que pasa en el mundo y parece que no queremos darnos cuenta,
el egoísmo sigue presente y eso nos va destruyendo a todos. Pero bueno, ya se
sabe que esta vida es un juego de poderes y dominio. Desde que nacemos llevamos
escrita la palabra “éxito” en la frente, estamos condicionados: Estudiar para
conseguir dinero, trabajar para conseguir dinero, ascender en el trabajo para
conseguir más dinero, seguir estudiando (a parte de la motivación intrínseca) para
formarte y que te sigan ascendiendo y así ganar más dinero, relacionarte con
gente influyente (ahí echándole morro) para quizá en un futuro ese contacto te
recomiende y puedas ganar más dinero… Y así creemos que tenemos éxito.
Es
triste, pero el personaje importante es el que tiene más pasta, no la mejor
persona ni el que hace mayor labor social… el más rico y egoísta es el que
tiene más poder. Todo tiene un precio. Dinero, dependencia, poder, dominio, sumisión...
Pero ¿y la felicidad qué?
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